INMIGRANTES EN SAN PEDRO


Historias de inmigrantes

    Hacia fines del siglo XIX  la población de San Pedro había aumentado con el aporte de distintas corrientes inmigratorias, predominando entre ellas italianos, españoles e irlandeses, como también franceses, suizos y belgas y en menor medida libaneses, alemanes, rusos y de otras diversas naciones. Con su esfuerzo formaron una comunidad digna y heterogénea, con familias respetables que aportaron sus distintas características y cuyos valores se extendieron en el tiempo a través de sus numerosos descendientes.
    Lejos de sus respectivos países de origen, resultaba esencial para ellos mantenerse unidos y solidarios. Por ese motivo se crearon distintas asociaciones, entre ellas la Asociación Francesa, integrada por franceses, suizos y belgas, la que que en diciembre de 1893 se había constituido así: Presidente Edmundo Craven; Vice Presidente 1° Emilio Meylan; Vice Presidente. 2° Artemio Surín; Tesorero Luis Lonfat; Secretario Enrique Poupart; Vocales Alfredo Pigeart, Julio Allemand, Pedro Etchepare y Juan Simbonet.
    Precisamente el Vicepresidente de esta Asociación, Emilio Meylan y Deboneville, ofrecía en diciembre de 1894 en las hojas del Independiente “las comodidades de su gran establecimiento de cochería y servicio fúnebre La Estrella, uno de los primeros y bien montados de los que hasta ahora se han establecido en este pueblo.”.
    Este empresario nacido en 1855, compartió junto a su hermano mayor Julio Meylan y Deboneville nacido en 1854, el exilio voluntario durante el cual ambos continuarían sus vidas identificados con las imborrables imágenes de su remota Suiza, con su Tolochenaz natal, sus viñedos y sus antiguos castillos desperdigados como joyas por el cantón de Vaud.
     
  La cochería de Emilio Meylan continuó brindando sus servicios, no sin algún contratiempo originado por la competencia de otro empresario del mismo ramo que intentaba instalar una supuesta superación para brindar mejor calidad y precios más bajos, propósito que fue censurado duramente mediante una solicitada publicada en “El Independiente” con fecha 10 de enero de 1895 firmada por Emilio Meylan, Francisco Garayo y Domingo Bertolini, gerentes de otras compañías fúnebres. Con toda la apariencia de una represalia, el 5 de julio de 1906 Emilio Meylan resolvió liquidar todo el servicio fúnebre de su empresa y participaba  al vecindario que ofrecía a precio de costo los cajones y  coronas, lo que equivalía a un 50% menos de lo que se vendía hasta la fecha, y que el servicio de coches se haría a precios muy módicos. Este aviso se publicó durante largo tiempo, sin que al parecer se efectuara la anunciada liquidación.

 

    Pero el 4 de mayo de 1897 se produjo en París una gravísima tragedia que además de otros cambios cambios importantes, alteró los planes de Emilio Meylan: el terrible incendio del Bazar de la Caridad en el día de su inauguración, que luego de haber recibido  la bendición del arzobispo de la ciudad se redujo a cenizas en pocos minutos a causa del mal manejo de un proyector de películas, por lo que la cinematografía provocó desconfianza y decayó hasta comienzos del otro siglo. Desde 1885 este Bazar reunía anualmente a miembros de la nobleza y de la más alta burguesía, y las más grandes damas de Francia ofrecían allí sus servicios en beneficio de los pobres. Algunas de ellas perdieron la vida en esta oportunidad en la que 126 personas murieron carbonizadas, la mayoría mujeres y niños, y otras 200 resultaron con quemaduras de distintos grados en su cuerpo. A la catástrofe del Bazar de Caridad se la considera el nacimiento de la Odontología Legal pues el cónsul de Paraguay Hans Albert, sobreviviente de la tragedia, propuso la idea de utilizar la fichas dentales de las víctimas para poder identificarlas, consejo que se puso en práctica con excelentes resultados.
    
    Tiempo después, El Independiente anunciaba la partida para Suiza del propietario de la cochería “La Estrella” don Emilio Meylan con el pretexto de mejorar su salud algo quebrantada, pero el periódico poseía informes que aseguraban que el real motivo del viaje era el cobro de la suma de 400.000 francos, heredados de un tío que había muerto como consecuencia del incendio del Bazar de Caridad. El 30 de mayo de 1897 se embarcó con destino a Europa mientras su cochería siguió trabajando atendida por personas competentes, y a mediados de noviembre de ese mismo año estaba de regreso en San Pedro luego de recibir la herencia mencionada. Como una prueba de consideración a su numerosa clientela, resolvió dar por canceladas todas las cuentas de sus deudores: apenas llegó su primera medida fue quemar los libros donde tenía anotados los nombres de tantos y tan buenos amigos. Su vida continuó en san Pedro, y en mayo de 1908 se trasladó nuevamente a  Suiza con su familia, en viaje de placer. En abril de 1910 su hija Emilia contrajo matrimonio con el joven francés Alberto Fayard, hijo de Pedro Fayard quien fuera durante más de veinte años director de la destilería “La Estrella” y en cuya casa se efectuó la ceremonia.
    
   Paralelamente la vida de su hermano Julio Meylan tuvo otras connotaciones. En 1887, a los 33 años de edad y después de un matrimonio anterior con Luisa Cardinaux, suiza, contrajo enlace con la estanciera irlandesa Margarita Rachsford, de 40 años, viuda de Henry Ford y radicada en San Pedro, estableciendo por lo tanto sólidas relaciones con la colectividad a la que pertenecía su nueva esposa. Así fue como en 1899 se celebró el enlace de Elisa Meylan Cardinaux, hija de Julio, con el joven Patricio Austin, ceremonia que bendijo el sacerdote Edmundo Flannery, tan estimado por la comunidad irlandesa. El 14 de abril de 1920 murió Julio Meylan y fue despedido con una misa de cuerpo presente donde numerosos vecinos testimoniaron con su concurrencia la estimación que supo generar entre los pobladores de la localidad. Y a la edad de 80 años, Margarita Rachsford de Meylan falleció en Buenos Aires, dejando en los sampedrinos el recuerdo de una dama muy apreciada por su actuación digna y solidaria.
    Como éstas, son tantas las olvidadas historias de aquellos inmigrantes que no obstante su diversidad, tuvieron la cohesión y la fuerza moral necesaria para formar una sociedad que soñó con valores éticos perdurables. Sólo queda desear que esos valores siempre sigan vigentes.
                                                                                                              Colaboración: Julia McInerny


Fuentes:
 *   Periódico El Independiente - Archivo: Números: 84 – 139 - 266 - 290 - 370 - 741 - 838 - 936 - 1461 - 1860.
*    Archivo parroquial. Matrimonios: L 20 F115






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