ESCRIBANOS SAMPEDRINOS
ESCRIBANOS DE
OTROS TIEMPOS
“Uno vuelve siempre a los viejos
sitios donde amó la vida,
y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas.”
y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas.”
Armando Tejada Gómez
Al evocar la configuración de la
sociedad sampedrina desde la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, surge
el interés por sus integrantes que se desempeñaron en distintas actividades,
entre ellos los escribanos.
Esta profesión es
una de las más antiguas que existen y sus funciones han ido evolucionando con
el tiempo. Entre los pueblos de la antigüedad, egipcios, hebreos, griegos y
romanos, y sobre todo en Grecia, existió un tipo de escribas o funcionarios con alguna semejanza a los escribanos de la
actualidad. Una tarea por su naturaleza
tan delicada como honorífica y respetable, pues en ellos estaba depositada la
fe pública: los griegos no admitían para ejercerla sino a sujetos distinguidos
por su lealtad, su rectitud y su ciencia.
Antes de la invención de la escritura alfabética, los actos se celebraban
oralmente, ya sea en presencia de testigos, o mediante ceremonias destinadas a perpetuar
la memoria de los mismos. Pero a medida que evolucionaron las civilizaciones,
los contratos verbales fueron sustituidos por la expresión escrita, y con la
aparición de estos documentos surgieron también los notarios, que eran los funcionarios encargados de su redacción. Lo
que caracteriza al sistema notarial en la actualidad es la exigencia de que el
escribano sea un profesional del derecho, con título de abogado, que debe ser
nombrado por el Poder Ejecutivo. Debe además aprobar exámenes e interpretar a
las partes de una manera imparcial. En el año 1965, se realizó en México el
VIII Congreso Internacional del Notariado y en la sesión plenaria, la
delegación del Ecuador propuso el siguiente Decálogo para los notarios, tal vez inspirado en los antiguos
requerimientos de los griegos: Honra tu
ministerio / Abstente, si la más leve duda opaca la transparencia de tu
actuación / Rinde culto a la verdad / Obra
con prudencia / Estudia con pasión / Asesora con lealtad / Inspírate
en la equidad / Cíñete a la ley / Ejerce
con dignidad / Recuerda que tu misión es "evitar
contienda entre los hombres".
El periódico El Independiente publicaba el aviso del señor Alejandro Duval, antiguo escribano de San Pedro y Jefe de la
primera sección del Registro del Estado Civil de las Personas, quien regenteaba
desde 1873 la única escribanía pública que había en esa época, resguardando sus
correspondientes archivos y protocolos, y de la que estuvo a cargo
hasta los primeros meses de 1892. Su oficina estaba ubicada en la calle 25 de
Mayo, entre las de Puerto y Defensa, casa de don Juan Rocca, donde ofrecía sus
servicios profesionales en todo género de escrituras y contratos, civiles y
comerciales: poderes, ventas, hipotecas y
diversas clases de títulos. Cabe recordar que ya en el siglo XX esa
vieja casona fue durante muchos años la sede del comité de la UCR. En octubre
de 1896 fue nombrado Jefe del Registro Civil del Partido cuya sede fue
instalada en ese mismo domicilio. Rodeado de la consideración de sus vecinos y
después de más de treinta años de residencia en San Pedro, el señor Alejandro
Duval murió en esta ciudad el 31 de julio de 1909.
El escribano público señor Manuel
Mira, se hizo cargo en abril de 1892 del registro administrado hasta
entonces y durante tantos años por don Alejandro Duval, y participaba al
público que había instalado su oficina
al lado de la de Correos y Telégrafos Nacionales, donde ofrecía su asistencia
profesional en todo tipo de contratos civiles y comerciales. Su actuación se
extendió hasta octubre del año 1896,
cuando se lo desplazó acusado de negligencia por negarse a inscribir el
nacimiento de una niña, postergando este trámite para el día siguiente sin que
tampoco procediera a registrar esa partida. La niña falleció y se le negó el
permiso de entierro, fundándose en que no estaba inscripto su nacimiento. Esta
situación irregular dio lugar a la intervención del Inspector del Registro
Civil Dr. José Andrade quien después del correspondiente sumario decretó la
destitución de don Manuel Mira en octubre de 1896.
Para hacerse cargo del registro que dejaba vacante el escribano cesante se
originaba en abril de 1906 la llegada
del escribano Miguel Ángel Rojas Bosch,
de quien el periódico resaltaba “las
brillantes prendas de honorabilidad y
competencia que lo adornan.” En
mayo de 1906, este profesional instaló su escribanía en la calle Buenos Aires
N° 81, Hotel de Semino, y en octubre de dicho año se trasladó a la calle Carlos
Pellegrini 452, al lado del taller mecánico de los señores Stein. Cuando el 12
de enero de 1908 se renovó la Comisión Directiva del Club Unido, Miguel Ángel
Rojas Bosch fue designado para el cargo de vicepresidente, lo que daría por
sentada su aprobación en el seno de la sociedad local, sin presentir que todo
terminaría tan bruscamente pocos meses después. En la noche del martes 14 de
abril de 1908 y dentro del edificio del entonces Club Unido, hoy Centro de
Comercio e Industria, se produjo un lamentable suceso entre
los señores Miguel Ángel Rojas Bosch y Darío Oscar de Las Heras, ocasionado
según la información del periódico a raíz de un breve cambio de palabras entre
las personas nombradas, motivadas según se dice por asuntos personales que
existían entre ambos.
A consecuencia de los disparos resultó mortalmente herido el joven
Darío de Las Heras. Pero ya en noviembre de 1908, en virtud de
la sentencia dictada por el juez del crimen Dr. Thorne que entendía en la
causa, el Sr. Miguel Ángel Rojas Bosch salió en libertad. Según las fuentes, el
juez lo absolvió de culpa y cargo por haber obrado en uso de legítima defensa. El Independiente
publicaba el 8 de agosto de 1909 que los escribanos públicos señores Claudio C. Insúa y Miguel A.
Rojas Bosch, habían permutado los registros que regenteaban en esta ciudad y
Colón, pasando el Sr. Rojas a este último pueblo y estableciéndose en la
localidad el Sr. Insúa. De esta manera Rojas Bosch se alejaba definitivamente
de un ambiente que se habría tornado adverso para su desempeño, concluyendo así
su desafortunada estadía en San Pedro.
El escribano público Amancio Millán comunicaba que desde el día 10 de febrero su oficina
de contratos públicos quedaría instalada en la calle Defensa 187, al lado del
Banco de La Nación Argentina y frente a la domicilio del señor Justo Oro
Sarmiento, también calle Quiroga Nº 77. Después de varios cambios, el domicilio
y la oficina de este escribano perduraron en el recuerdo, ubicados en la
hermosa y antigua casona dela calle Pellegrini al 850, donde vivió con su
familia después de contraer enlace en septiembre de 1909 con Leopoldina Machado.
Tiempo después, el periódico publicaba
el aviso del escribano Mariano
Etcheverry que establecía su oficina de contratos públicos en la calle
Facundo Quiroga 59, antigua casa del escribano Mira. En septiembre de 1910 fue
propuesto por el Juez de Instrucción para ocupar una de las secretarías del
nuevo juzgado, por lo que debió presentar su renuncia, alejándose de San Pedro.
El P.E. nombró en su reemplazo al escribano Juan M, Arana quien para facilitar a los ciudadanos de la localidad
el cumplimiento de la ley de enrolamiento, dispuso que la oficina funcionara
los domingos y días de fiesta, alcanzando al número de 1073 enrolados hasta el
22 de octubre de 1911, siendo el plazo fijado el 16 de noviembre.
En noviembre de 1910, El
Independiente comunicaba que el escribano y jefe de la segunda sección del
Registro Civil local, señor Américo V.
Moreno, había sido nombrado inspector de la Suprema Corte de Justicia, y que
“su alejamiento de la localidad
será muy lamentado por sus buenas condiciones de funcionario y de caballero.”
En diciembre de 1911 el P.E de la provincia le
concedió al joven escribano sampedrino Gregorio
Soulé y Ruiz Moreno la
regencia de la oficina de contratos públicos, administrada anteriormente por
Manuel Mira y luego por Miguel Rojas
Bosch.
La nueva escribanía se instaló en una antigua casa de la calle Liniers, entre
25 de Mayo y Belgrano, dejando atrás las penosas experiencias de sus
anteriores
colegas. Se
había casado con Elvira Larco, y en noviembre de 1911 según El Independiente, después
de largos afanes y sacrificios había rendido un brillante examen ante la Corte,
mereciendo el honroso título de escribano público.
Otro escribano que ejerció su actividad durante
buena parte del siglo XX fue don Luis
Oliveri, quien había establecido su vivienda familiar y su oficina en la antigua casa
ubicada en Mitre al 500. Durante muchos años los sampedrinos contaron con la asistencia de este honorable y reconocido
profesional.
Con el natural transcurrir de los tiempos y hasta hoy, nuevos escribanos
se desempeñaron eficientemente en San Pedro, por lo que resulta justo y
necesario contemplar el pasado e intentar una reseña que transmita el recuerdo
de sus antecesores, de viejos sitios, de interesantes anécdotas y valiosas
enseñanzas.
Colaboración: Julia McInerny
Fuentes:
Periódico El Independiente:
Archivo. Números: 2 - 26 - 230 - 236 - 849 - 902 - 904 - 960 -
958 - 968 - 1015 - 1019
notariado/
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